lunes, 12 de marzo de 2012

~ Capítulo 2. Sentí un revoloteo en el estómago.

Me vino justo para dejar las cosas en la encimera e ir a arreglarme un poco. Subí al baño de la planta superior, me maquillé un poco aunque lo suficiente para dar la nota con un aire natural y eché un poco de espuma en mis rizos, dejándolos más voluminosos. Cogía el bolso y metía mi móvil en el primer bolsillo que tenía a mano mientras me dirigía al recibidor tras oír el timbre de la puerta, y ahí la tenía. Cerré con llave y se quedó todo bastante silencioso. Procedí a darle un abrazo y todavía no sabía la multitud de cosas que me esperaban este día.
- ¡Mirandaaa! - grito dándome un fuerte abrazo, esos que añoras con el tiempo, aunque por mi parte, la última vez que estuve en su presencia fue hace tres días, tres eternos días.
- ¡Lu! - grité yo también formando un coro.- ¿A dónde vamos a ir? - pregunté perezosa.
- A dónde la niña quiera. - soltó mientras formaba una amplia sonrisa.
- Ahám.. pues no tengo ni idea y no hay muchas ganas de andar.
- ¿Vamos a la playa? podríamos hacer nuevos amigos. - dijó iluminando una amplia idea en mi mente. Estábamos de vacaciones en Marbella, y tras dos intensos días aquí no habíamos conocido a nadie y sólo los teníamos la una a la otra. Ella estaba deseando conocer a un chico, algo que yo también por una parte, y por otra, no. Todavía me dolía. Me dolía el alma. Mi corazón estaba todavía apretado en alguna cavidad, y con multiples contusiones. Mis heridas, tanto físicas cómo psicológicas estaban muy dañadas. Tenía varios moratones por casi todo el cuerpo y podía apreciarse a simple vista. Ese maldito capullo no se olvidaba de mí, me seguía a todas partes, huía desesperadamente, me ataba, no le escuchaba, le ignoraba, empezaba a pegarme, a exigirme que mantuviera relaciones sexuales con él, a aprovecharse de mí, a hacerme cada vez más daño... todo eso estaba muy presente y no formaba prácticamente parte del pasado. Cualquiera podría pensar que es un maltratador, un loco, un pervertido, un violador, un yonki.... muchas cosas se te pueden aparecer por la mente, pero si es tu ex, bueno queda más que claro. No llego a comprender cómo pude enamorarme de él, cómo dejé hundirme en sus pensamientos, cómo pude llegar a decir que por él me quitaría la vida, cómo dejé que me tocará un pelo una primera vez, hasta una segunda, tercera y cuarta vez que le dí puerta y desde entonces, me sigue a todas partes y vivo aterrorizada. ¿Quién iba a querer salir conmigo? nadie.
- Eh ¿Mir? - me llamó y al no responder me tambaleó de un lado a otro hasta que volví al mundo.
- Ah, sí sí ¿por dónde íbamos?
- ¿Ya estamos otra vez? te estaba hablando de que podríamos ir a...- se paró unos segundos en medio de la frase- ¿Sigues pensado en eso, no?
- No sé.. tal vez tu y yo pensemos en conceptos diferentes. - dijé subiendo un poco los ánimos.
- Julio, coño deja ya de pensar en Julio. Estas conmigo ¿vale? - me abrazó.
- ¡Au! todavía me duele - dijé dandóme un pequeño masaje en el brazo.
- Pronto te desaparecerán las heridas.
- Ni siquiera puedo ponerme en biquini por miedo a que la gente huya por los diferentes tonos de mi piel.
- Eres una mezcla de cangrejo. - rió.
- Ja-ja-ja. - dijé remarcando las separaciones.-  ¿Vamos a la heladería que hay dos calles más arriba? ya sabes mi cierta tentación por los helados.
- Vale, pero yo quiero un bote de pringles.
- Que sí, pesada.
- ¿Pesada? yo también te quiero.
Seguimos caminando e intente sacármelo unos minutos de la cabeza, pero ni aún observando a los tíos buenos que paseaban por la playa me lo sacaba, ni a tiros.
Llegamos a la heladeria y nos sentamos en unas mesitas estilo picnik playero que tenían a fuera en un pequeño recinto al aire libre. Vino un chico jóven, bastante apuesto, de unos veinte o veintitrés años y nos preguntó que queríamos tomar, ya que también había cafés y diferentes granizados.
- Yo querré un helado de strataciella con otra bola de vainilla - le sonreí y giré la mirada hacía mi mejor amiga que dejaba brillar esos ojos hacía su vista, ¿ese era el primer tío que se iba a llevar a la cama? de eso nada, los rubios son mios, lo siento.
¡Ley que se te cae la baba, atiende al mozo! - le dijé y bajo de su nube mientras me clavaba una mirada asesina y me susurro un "esta me las pagarás" y me dió un pisotón, el chico todavía seguía sonrojado por lo que acababa de decir.
- Vale señoritas, ahora mismo os lo traigo.- dijo el chico lléndose hacia la barra y diciéndole a la señora del puesto de helados los que queríamos, mientras tanto, Leyre y yo entablabamos una conversación.
- ¿Tu eres tonta o eres tonta? - dijó ruborizada.
- Soy lista, aunque no está entre esas opciones, por eso soy inteligente de sacarla por mi misma. - le saqué la lengua.
- ¡Me has dejado mal delante del tío bueno de los helados! - dijó bajando la voz.
- No puedes tirarte a todo el mundo, ¿no crees?
- Ahá, no Mir, ese es míooooooooooooooooooooo.
- Que te lo has creído, el rubio veinteañero es mío, cómo si no hubiera más chavales de puestos de helados.
-¿Moreno? ¡pero si es rubio! tu quieres todo, Mir, todo no puede ser, sorry. - me cogió la cara y me pusó morros.
Entonces, el chaval nos dejó los helados, le dimos las gracias y una pelota de baloncesto impactó sobre el mío y acabó en mi blusa. Putos críos, mueren.
- ¡Gilipollaaaaaaaaaaaas! -solté y mi amiga se rió escrúpulosamente a modo de venganza.
Oía unos pasos y mantenía mis puños en una posición de la que no pudieran salir disparados mientras me levantaba rápidamente y veía al gacho que se las iba a ver conmigo estas vacaciones. Entonces, me dejé caer sobre la silla, me dió un síncope, me sonrojé y escuche una vocecillla, desde ese momento, sabía que no era yo, que no era Miranda González.

No hay comentarios:

Publicar un comentario