lunes, 12 de marzo de 2012

~ Capítulo 1. Tu mirada y la mía se juntaron la tarde nuestro encuentro.

Era un caluroso 2 de julio. Un rayo detrás de otro cubrían mi rostro y reafirmaban mi figura, despertándome. Las sábanas quedaban pegadas a mi pijama de tirantes, y mi piel morena sobre ella. Un sueño tremendo volvió a mi cuerpo, una de las cualidades características de estos diecisiete años que llevo en la tierra.

- Miranda ¡si no vienes ya te vas  a quedar sin desayuno! - gritó la que creo que era mi madre y volví a recostar la cabeza sobre la almohada. Cogí mi HTC y ví la hora en el enorme reloj; las 11.15, con lo bien que se está durmiendo, es vacaciones. Pegué un bostezo y me recoloqué en la cama, voltée mi melena ondulada sobre mi cuerpo y la recogí en un moño deshecho. Hice mi cama y recogí un poco mi habitación. Me lavé la cara y después fui a vestirme, que pocas ganas tenía de elegir conjunto. Después de varios minutos mirando cómo una tonta mi armario desordenado, me decanté por una blusa blanquecina bastante fresca y unos shorts ajustados, de color plateado, después cogí una pamela rosada y me recogí mejor el pelo, mientras mis pies se entrometían en unos preciosos tacones rosa palo.
Ya las doce de la mañana, bajé a desayunar. Obviamente, sólo quedaban las migajas, y el que avisa no es traidor, cómo habría dicho mi madre.
Cogí el tostador y coloqué dos rodajas de pan de molde y las deje para que estuvieran hechas en dos minutos, mientras tanto saqué la mantequilla y mermelada y me pusé a llamar a Leire, mi mejor amiga. Tenía pensado quedar con ella, aunque no le había dicho nada, seguro que estaba disponible.
- ¡Luuuuuuuuu! - grité al otro lado de la línea.
- Miiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiir ¿qué tal cariño? - su dulce voz se entrometió por mis tímpanos.
- Muy bien todo, ¿y tú? oye.. - me interrumpió-
- Sí , que quedo ahora mismo, que sé que lo estás deseando. - echó una pequeña risilla.
- Que bien me conoces pillina. -sonreí.
- Hahahaha, no lo sabes tu bien. ¿Cuándo paso a recogerte?
- Quedamos a eso de la 1 en la plaza. - le comenté
- Estúpendo, por cierto, te aviso de que tiene pinta de hacer una chicharrina impresionante.
- Sí Ley, que llevo algo fresquito. - parecía mi madre, ya tenía diecisiete años, no era un bebe.
- ¡Vamos a conocer a chicos! fiestuquiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii - gritó dejándome sorda al otro lado del teléfono.
- Chica, ni que fueras a perder hoy tu virginidad. - solté riéndome.
- La perderé por duodécima vez.
- ¡Te tengo dicho que sólo eres mía! - dijé con tono enfadado. Amaba nuestro bromance.
- ¿Y no puedo hacer cosas malas?
- No, ñañañaña - parecíamos crías de 3 años.
- Bueno, que te veo en nada, te quiero.
- Adiós cosa. - y colgé el teléfono.

A lo que me dí cuenta, ya habían salido las tostadas, y si no fuera porque iban por un tiempo cronómetrado,  se me habrían chamuscado. Me senté en la mesa de la cocina mientras observaba las vistas de Marbella y untaba con el cuchillo la mantequilla y posteriormente la mermelada de melocotón. En un santiámen estaba Leyre en casa, iba más pintada que una puerta, pero la amaba y era sólo mía. Lo que yo no sabía es que hoy conocería a la persona que estaría conmigo hasta el final de mis días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario